Para fines de los años 1980 la situación de los
ferrocarriles argentinos era ya muy negativa con respecto al estado general del
sistema y de las posibilidades de revertir el deterioro, sin impulsar una
reforma profunda.
La
nueva administración que asumió el gobierno en 1989 se encontró con que la
empresa tenía un abultado déficit económico-financiero.
La cantidad de toneladas-kilómetro transportadas por Ferrocarriles Argentinos experimentaron una gran declinación entre 1970 y 1990: se pasó de 13 500 millones de toneladas por kilómetro a sólo 7500 millones, casi una reducción del 55%.
El transporte de cargas por ferrocarril representaba solo el 12% del total.
Al finalizar el año 1990 el estado de las vías era el siguiente: muy bueno 12%, bueno 32%, regular 43% y malo el 13%.
La cantidad de toneladas-kilómetro transportadas por Ferrocarriles Argentinos experimentaron una gran declinación entre 1970 y 1990: se pasó de 13 500 millones de toneladas por kilómetro a sólo 7500 millones, casi una reducción del 55%.
El transporte de cargas por ferrocarril representaba solo el 12% del total.
Al finalizar el año 1990 el estado de las vías era el siguiente: muy bueno 12%, bueno 32%, regular 43% y malo el 13%.
Tanto
la infraestructura, como el material rodante y el personal presentaban grados de
insuficiencia.
La cantidad de locomotoras resultaba insuficiente para atender la demanda.
Los coches y vagones tenían escasa aptitud comercial por su diseño y antigüedad, habiendo superado muchos de ellos los años estimados de vida útil, por tanto su mantenimiento se hacía cada vez más elevado.
Los recursos humanos, por su parte, resultaban, excesivos y mal distribuidos.
Se estimaba que uno de los principales problemas de la empresa era la magnitud de su infraestructura y la multiplicidad de servicios, lo que generaba una difícil regulación y distribución de los limitados recursos disponibles.
En 1992, cuarenta y cuatro años después de su nacionalización, los ferrocarriles volvieron a manos privadas. Antes de concretar aquel traspaso, hubo despidos masivos para adaptarse a las exigencias de los nuevos concesionarios.
La cantidad de locomotoras resultaba insuficiente para atender la demanda.
Los coches y vagones tenían escasa aptitud comercial por su diseño y antigüedad, habiendo superado muchos de ellos los años estimados de vida útil, por tanto su mantenimiento se hacía cada vez más elevado.
Los recursos humanos, por su parte, resultaban, excesivos y mal distribuidos.
Se estimaba que uno de los principales problemas de la empresa era la magnitud de su infraestructura y la multiplicidad de servicios, lo que generaba una difícil regulación y distribución de los limitados recursos disponibles.
En 1992, cuarenta y cuatro años después de su nacionalización, los ferrocarriles volvieron a manos privadas. Antes de concretar aquel traspaso, hubo despidos masivos para adaptarse a las exigencias de los nuevos concesionarios.
Tan sólo en la línea del ramal Bartolomé Mitre había, en 1992,
7.000 trabajadores. Cinco mil fueron empujados al retiro voluntario. Fue un
despiadado aporte a los crecientes índices de desocupación nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario